lunedì 19 ottobre 2009

TOLERANCIA ÉTICA DEL CONOCIMIENTO INNOVADOR COMO UNA PERSPECTIVA DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA ACADÉMICA.(*)

(*) Ensayo de las profesoras OJEDA, Juana C., MACHADO Ineida y LOPEZ Joaneli (Universidad del Zulia, Maracaibo - Venezuela)

RESUMEN
La contemporaneidad considera al conocimiento innovador una empresa en la que se gesta el futuro tecnológico de una sociedad; entendiendo que la misma está impregnada en un sin fin de valores humanos; por lo tanto se hace imperativo que responda a las demandas sociales, tecnológicas y culturales. Todo ello implica la aceptación de una conducta ética tolerante entre los miembros de una comunidad científica. Conociendo que la tolerancia es una delicada virtud que, para alejar los fantasmas que la convertirían en un peligro para la investigación científica, necesariamente debe ser entendida como parte del desarrollo gradual del principio de libertad investigativa. En este sentido, el trabajo se propuso como objetivo general; estudiar la tolerancia ética del conocimiento innovador como una perspectiva de la investigación científica académica a partir de los fundamentos éticos de la tolerancia del conocimiento innovador en espacios académicos en la que se llevan a cabo procesos de investigación científica.


El ejercicio de la tolerancia es un problema tan viejo como la filosofía misma. Ya en la antigua Grecia, los grandes pensadores tuvieron que lidiar de una forma o de otra con ella. Actualmente, en su intento por ascender desde las cavernas hasta nuestra realidad, debe enfrentarse para lograr el reconocimiento de la dignidad de la persona humana y su autonomía como un nuevo valor desarrollado por la sociedad contemporánea. Al mismo tiempo es de destacar que, en nuestra época la sociedad en general, las instituciones, las religiones y los hombres, viven en la doxa, con creencias fuertemente arraigadas pero no justificadas racionalmente. El intento teórico de someterla a la crítica racional y reemplazarla por la epísteme se percibió entonces y se sigue percibiendo aun hoy como una amenaza a la permanencia de las instituciones y de las costumbres establecidas.
Actualmente, la contemporaneidad considera al conocimiento innovador como una empresa en la que se gesta el futuro tecnológico de una sociedad que está impregnada por un sin fin de valores humanos; por lo tanto, se hace imperativo que ésta responda a las diversas demandas: científicas, tecnológicas, económicas y también culturales. Entendiendo que la tolerancia es una delicada virtud que, para alejar los fantasmas que la convertirían en un peligro para la sociedad, necesariamente ha debido ser reconocida como parte de un proceso histórico que ha conducido a un desarrollo gradual del principio de la libertad humana, es de señalar que la misma ha seguido un desarrollo cíclico y no lineal. Es más, aunque es una opinión bastante aceptada ya entre los historiadores del mundo moderno, no podemos decir sin ciertas reservas que la tolerancia es de hecho una de las cartas de presentación de la modernidad.
Diversas paradojas y contradicciones caracterizan el mundo moderno. Por ejemplo, a nadie escapa la deplorable situación de inestabilidad política y religiosa que padecen hoy algunos países de Asia, o los problemas de desigualdad y degradación de sectores de la población en países que profesan la religión musulmana; situaciones como las planteadas, han creado la necesidad de una tolerancia en aumento ante un mundo que se achica cada vez mas. Si consideramos su progreso teórico, es posible considerar la tolerancia como uno de los valores fundamentales de los distintos tratados internacionales, como es el caso de Alemania unificada y de significativos acuerdos por la paz y la autodeterminación de los pueblos.
Sin embargo, para entender este aumento, habría que deslindar entre tolerar y soportar. Todos tenemos que soportar muchas cosas que preferimos eliminar. A todos nos gustaría librarnos del envejecimiento y de la enfermedad, de .los ruidos y de la contaminación ambiental, para solo mencionar unas pocas cosas. Estamos obligados a aceptar las limitaciones naturales, insuperables para nosotros. La naturaleza no es tolerante. Pero sí, el hombre es el culpable de las lacras, el hombre puede evitarlas o corregirlas, siempre que la corrección no llegue demasiado tarde. Por ejemplo, sería una irresponsabilidad por parte de las autoridades sanitarias el “tolerar” la falta de higiene en las cocinas de los restaurantes. También, por ejemplo, un gobierno católico, puede mostrarse tolerante o intolerante para la minoría protestante. La diversidad de formas de vida, de características físicas y de comportamientos de las minorías suele inducir a miembros de la mayoría a actitudes de intolerancia. Al mismo tiempo, la intensificación del tránsito mundial y la paulatina unificación de Europa, así como la inmigración de individuos extraeuropeos, han multiplicado los contactos entre miembros de las culturas más diversas. Pero la “sociedad multicultural” continúa siendo, en casi todas partes, una meta lejana. En una sociedad así, la recíproca tolerancia entre hombres diferentes sería algo natural. Por el momento, sólo podemos ir desmontando, poco a poco, la intolerancia y difundiendo la tolerancia. Cuanto más débil es el sentimiento de la propia identidad cultural, cuanto más débil es, en general, la conciencia del propio valor, tanto mayor es la tentación de caer en la intolerancia.
De allí que, se podría señalar a la tolerancia como aquella que tiene como condición la conciencia de la propia identidad y un sentido realista del propio valor. Solo quien está seguro de su identidad cultural y la reconoce como accidental y, sin embargo, dada, está en condiciones de aceptar como legítimo todo lo extraño y diferente. No puede sorprender que las personas inseguras de su identidad cultural o nacional muestren tendencias a la intolerancia. Marcuse, citado por Fetscher (1999), indica que la condición para que la tolerancia sea “liberadora” es la formación de todos los individuos para que lleguen a ser ciudadanos con igualdad de derechos, con criterios políticos y éticos independientes. Pues, la libertad de pensamiento y de creencias es insuficiente, si al ciudadano no le está permitido expresar sus ideas, tanto en forma oral como escrita, y discutirlas con otro. En este sentido, Tejedor(2006), señala la necesidad de una tolerancia más amplia. Al hacerlo, ofrece argumentos convincentes al demostrar los daños causados por la intolerancia tanto a la comunidad política, como a la religión y a las ciencias.
Esta ultima, encuentra sus argumentos en las comunidades científicas, en las que hay que calificar a la tolerancia de “pequeña virtud”, no porque se considere insignificante, sino porque depende de otras virtudes y condiciones institucionales propias del quehacer investigativo, sin las cuales perdería su valor. Bien entendida, la tolerancia no significa indiferencia hacia los demás, sino el reconocimiento de sus diferencias y de su derecho a ser diferentes; actitud determinante en la práctica del quehacer científico para con la sociedad, basado en el argumento democrático según el cual nadie, ni grupo ni individuos, está en posesión de la verdad ni está en condiciones de determinar qué es lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo.
Cabe aclarar que las comunidades científicas, en su afán de proporcionar bienestar a la sociedad, han de asumir conductas tolerantes para soportar situaciones indignas del hombre y un dominio inhumano y despectivo. La crítica a esas situaciones es perfectamente compatible con ella. Sin esa crítica, la tolerancia se convierte en imperdonable indiferencia respecto al destino del prójimo. La tolerancia del científico, no lo obliga, de ninguna manera, a callar sobre la persecución de los bahai en el Irán o a admitir que las adúlteras sean apedreadas según el derecho islámico. Aunque se tenga que resistir a cualquier forma de intervención violenta en los asuntos internos de un país soberano, no han de admitir algo inconciliable con la dignidad humana.
El reconocimiento de la dignidad de la persona humana y su autonomía, lleva, a la comunidad científica académica, a percibir en la actitud de la tolerancia un nuevo valor desarrollado por la sociedad contemporánea pluralista. Pero al margen de esta consideración moral, ésta se ha impuesto política y cívicamente como actitud necesaria derivada del fenómeno del pluralismo cultural que se ha venido extendiendo por la mayoría de los pueblos, obligando a la comunidad científica, particularmente la académica, a la generación de un conocimiento innovador, aceptado por todos los individuos, grupos sociales y pueblos , por muy diferentes que sean social, política, o religiosamente , entendiendo que el conocimiento innovador ha de estar adscrito a una tolerancia activa, en la que todos merecen igual respeto.
En este sentido, el valor de la tolerancia ética en el conocimiento innovador, ha de considerar entre estos, varios argumentos:
-Concebir al ser humano como persona; en tanto que todo ser humano, por cuanto es persona, merece reconocimiento y respeto; al mismo tiempo, tiene dignidad, lo cual implica que ninguna comunidad científica a partir de sus conocimientos, descubrimientos y aportes, puede someterlo, forzarlo ni obligarlo a pensar o a creer en contra de sus propias convicciones.
- Contemplar la correspondencia de complementariedad entre el valor de la igualdad y el de la diferencia. Igualdad de naturaleza y diferencia en cuanto individuos, pues cada uno es singular, distinto en su personalidad, en su forma de pensar y de actuar.
- Reconocer la alteridad; es decir, la existencia de el “otro” como un yo diferente a mi propio yo. Lo mismo con un yo ampliado que es el “nosotros”: en el que frente a él siempre existe un “los otros”. Frente a su comunidad científica existen otras comunidades científicas. En tanto que, si todas las comunidades científicas fuesen idénticas como objetos repetidos, no sería necesaria la tolerancia ética en el conocimiento innovador, porque no habría posibilidad de confrontación.
Por otro lado, es de señalar algunos aspectos éticos del conocimiento innovador ante el uso de la realidad virtual, en la que el científico ha de acceder a los avances tecnológicos de punta, para así responder a las exigencias de los países desarrollados del mundo:
1.-el desarrollo vertiginoso de la ciencia y la tecnología en la última mitad del siglo XX, ha influido en todas aéreas del saber, en los centros donde se imparte conocimiento y en la forma como se trasmite el mismo. Han sido tan rápidos los cambios y descubrimientos que apenas se está pensando y analizando uno desde el punto de vista filosófico, cuando ya han ocurrido otros tantos.
2.-La universidad, como centro de análisis e investigación, discusión y trasmisión del saber, está quizás a la zaga, por lo menos en cuanto a los aspectos tecnológicos. En el caso particular de las universidades latinoamericanas, se importa un tipo de tecnología, y cuando la va a aplicar ya existe otra generación que la sustituye. Problema, que viene dado por el sistema político, económico, la cultura, la idiosincrasia y la inversión en investigación. Es bien sabido que los países desarrollados invierten mucho más en investigación académica que los nuestros, no sólo hablando en lo económico sino desde el punto de vista de políticas de Estado.
3.-La realidad virtual, como herramienta de investigación es excelente; pero, su utilización debe quedar subordinada a aspectos éticos considerados fundamentales por una comunidad científica académica. En primer lugar, sus objetos de estudios deben estar en correspondencia a las necesidades de la sociedad, luego es una necesidad tangible. La realidad virtual es tangible, pero es una simulación, por lo que si se sustituye a la sociedad por elementos virtuales, estaríamos distorsionando la realidad; es decir, se podría contribuir consciente o inconscientemente a la deshumanizacion de la acción investigativa.
4.- el uso de la realidad virtual como única herramienta investigativa, podría traer consecuencias negativas, como es la ausencia del trabajo en equipo, que es fundamental en la creación del conocimiento innovador. Tal situación puede presentarse, debido a que la realidad virtual es asocial; el investigador manipula un ordenador y solo él trabaja los aspectos de su interés, no hay intercambio ni comunicación directa con los demás del equipo investigador. Siendo así, habría que considerar que el uso de elementos de multimedia podría ser rutinario en una comunidad científica, pero debe ser analizado, comentado y complementado con actividades humanizadoras, para garantizar la sensibilización y sincera comunicación, de manera tal, que impida el restringimiento de la libertad y limite el progreso. La acción de investigar no se puede limitar a generar conocimientos, ella ha de ir mucho más allá, es generar conciencia de humanidad, es mostrar al ser humano en su plenitud y por tanto, sembrar la convicción de autodeterminación, autonomía y libertad, para los miembros de una comunidad social.
5.- Otro inconveniente que presenta el mundo virtual en la investigación, es su exclusión del derecho: las acciones realizadas no generan consecuencias que impliquen asumir responsabilidades; si se trata, por ejemplo, del entrenamiento en un procedimiento quirúrgico, cualquier equivocación que se traduzca en una lesión orgánica no traerá ninguna consecuencia ya que se trata de una simulación. No importa cometer errores; al no haber responsabilidad ante terceros, se podrían cometer infinitos errores. Ello, avalaría la aceptación de darle solo peso al error humano y no al producido por la máquina, lo que hace tolerable la impunidad del mundo virtual, invitando a sr analizada y evaluada para lograr el equilibrio sano que permita aprovechar sus ventajas y minimizar sus efectos deshumanizantes.
Los aspectos éticos expuestos ante el uso de la realidad virtual, específicamente en la generación de un conocimiento innovador, han de considerar la tolerancia ética, aun mas en estos tiempos postmodernos en los que hay quienes afirman que todo está permitido. La ciencia debe pasar del pragmatismo subyacente a un humanismo liberador. La comunidad científica ha de lograr que la máquina sirva al hombre sin que éste pierda su verdadera dimensión.
Posición ésta, que hace necesario concebir, en el campo de la investigación, las razones pragmáticas y morales de la tolerancia. Si hoy se habla de tener tolerancia como una virtud pública, es porque hay algo que no va bien. Al respecto, Sabada (1975), afirma que el año 1995, fue declarado por la UNESCO como año internacional de la tolerancia; a partir de este momento, se ha ido configurando una serie de retórica con respecto a su conceptualización en todos los niveles de la sociedad. Su puesta en práctica se ha erigido como una norma básica de dirección del hacer investigativo académico y, en forma bien marcada, específicamente en el ámbito académico, el incremento que se ha producido en la publicación de trabajos, libros y artículos no responde a la casualidad o a mera moda.( Tejedor, Bonete, 2006).
Por otra parte, se indica una observación de mucho más fondo: la tolerancia no es un valor, al que se tiene que apelar siempre y en cualquier circunstancia. Es de notar, que cuando el ser humano hace uso de ella, históricamente, ha sido porque responde a un reclamo en busca de la solución a ciertos problemas que preocupaban a la sociedad. Todo ello, ha contribuido en nuestras sociedades, de forma extraordinaria a, la ciega confianza en la virtud de la tolerancia. Sin embargo, no es suficiente, tal como lo plantea Seone (1995), con una defensa de la tolerancia ante la supuesta imposibilidad de fundamentarla; es necesario justificarla, es decir, buscar los fundamentos que hacen de ella una verdadera virtud pública y a la vez configuran sus propios límites. Así pues, no sólo es trivial, sino que es indispensable y necesario que nos formulemos hoy la pregunta por las razones de la tolerancia, ya que la respuesta a tal pregunta deja de ser evidente.
Todo ello, en tanto que no tenemos claro por qué debemos tolerar en determinadas circunstancias, entre estas o los argumentos que se han dado para justificarla han sido de dos tipos las pragmáticas basadas en una concepción de la tolerancia como mal necesario, por el que hay que pasar con la finalidad de lograr una sociedad pacifica. (Warnock, 2001) y las de los argumentos morales, centrado en el valor de la autonomía y el respeto mutuo de las personas, fundamentales entre los miembros de las comunidades científicas. En esta segunda línea de argumentación, la tolerancia ya no es considerada como un mal necesario, sino como un bien en si mismo, y por lo tanto es una virtud moral. Cabe destacar que la separación de ambos argumentos no ha de concebirse como una dicotomía insuperable. En realidad, ambos tipos de razones se encuentran entrelazados y se pueden complementar, lo que justifica su estudio a partir de las composiciones de sus diferentes argumentos.
En atención a estos argumentos, en el campo de la investigación, las razones pragmáticas centradas en la búsqueda de una solución a ciertos problemas, han de considerar dentro de esta comunidad, para llegar a ser una comunidad investigativa pacífica, el desprendimiento de las creencias particulares que caracteriza a cada uno de sus miembros. Ahora bien, tradicionalmente se han manejado dos razones pragmáticas: la primera de ella, fundamentada en argumentos prudenciales y, por tanto, conciben la tolerancia como un requisito de prudencia; y en segundo lugar, aquellas que están basadas en la racionalidad y es por ello que la conciben como criterio de un buen uso de la razón. Como requisito de prudencia, cabe señalar la más remota en el tiempo, la del escepticismo, y otra más moderna proporcionada por el principio de neutralidad del Estado.
La primera de ellas (pragmáticas), se refiere al sustento metaético del pluralismo y por tanto también de la tolerancia, y la segunda, se refiere al principio de neutralidad del Estado, en la que el Estado debe velar por la preservación del pluralismo, puesto que la libertad de elegir el modo de vida que mejor nos venga a cada uno es la esencia del liberalismo. En este caso, la acción investigativa , está muy supeditada a las políticas institucionales del sistema de educación superior, alejada de las puesta en práctica de distintas concepciones del bien social, cercenando la capacidad de elección libre del investigador, lo que aleja la posibilidad de puesta en práctica de este principio , permitiendo afianzar una neutralidad ambigua del concepto y una exigencia imposible de satisfacer en la práctica.
Así por ejemplo, el caso interesante de un investigador musulmán de una universidad en Inglaterra que consideró que tenía derecho a ir a la mezquita los viernes por la mañana. El código del Islán prescribe que un hombre debe ir, si puede, a la mezquita el viernes. El investigador creyó tener derecho a ausentarse del quehacer investigativo el viernes para ir a un lugar de culto, tal y como dicta su religión. Además, la mezquita estaba razonablemente cerca de la Universidad por lo que su atractivo no aceptaría la excusa de que no era posible asistir a la mezquita; claramente era posible. Así lo hizo saber el investigador a la institución, y esta le negó el permiso. El investigador argumentó que los judíos están contentos porque tienen los sábados, los cristianos también lo están, porque tienen el domingo, ¿por qué no podía él, musulmán, tener su día libre para orar el viernes, tal y como lo dicta su religión? El caso fue llevado a los tribunales, pero el profesor musulmán lo perdió (Scarman, 2001). Estos ejemplos manifiestan algunas dificultades derivadas de la interpretación “neutralista” de la tolerancia. El investigador científico, tiene en realidad numerosos y variados modos de vida, en muchas ocasiones incompatibles entre sí, por lo que resulta imposible, simultáneamente, satisfacerlo en una comunidad científica, por tolerante que esta pretenda ser.
La segunda de ellas (morales), se ampara en valores o principios como la autonomía y el respeto a la dignidad de las personas, al considerar a la intolerancia moralmente incorrecta y no simplemente imprudente, como consecuencia de su fracaso a la hora de tratar a las personas como seres autónomos, autolegisladores, que merecen respeto. En este sentido, cabe destacar que, fundar a la tolerancia en principios morales como la autonomía o el respeto mutuo, deja de ser una mera solución a los problemas sociales o intelectuales; es algo mas. Vivimos hoy en un ‘multiuniverso” y no como un solo ‘universo”. Y por ello, la tolerancia no es un mal menor; no sólo es un método de convivencia, sino que es un deber moral que tiene sus raíces en la misma naturaleza del ser humano.
La defensa de la tolerancia ética, plantean Tejedor y Bonete (2006), tiene su fundamento en dos filósofos divergentes, tal es el caso de Stuart Mill y Kant, en la que coinciden en superar el pragmatismo de los primeros defensores de la tolerancia y en hacer de la autonomía del ser humano el principio moral sobre el que debe estar basada tan noble virtud.
En el caso de Mill, en defensa de la libertad, trata de abordar el problema de la tolerancia desde argumentos morales, concretamente desde la defensa de la libertad y la pluralidad de modos de vida. Considera la diversidad de modos de vida como un dato evidente e irrenunciable, pues no se trata de un principio regulativo de la convivencia, sino de una característica de la naturaleza humana. Para Kant, el principio de respeto mutuo, ha servido para ofrecer tanto una justificación como la imposición de los límites de la tolerancia y la libertad. Las acciones y decisiones han de inspirarse por la consideración de los agentes morales como “fines en sí”. Nuestra libertad está limitada por la exigencia de tratar a los demás como personas dignas y no como medios.
Es por ello que, la tolerancia del conocimiento innovador en espacios académicos, entre las personas que interactúan en el quehacer científico académico, ha de ser de carácter ético, pues son las razones morales esbozadas las que mejor dan cuenta del requerimiento de poner en práctica tal virtud.


A manera de conclusión
-La tolerancia es una delicada virtud que, necesariamente, debe ser entendida como parte del desarrollo gradual del principio de libertad investigativa. Este último garantizaría una investigación generadora de conocimiento innovador que defiende la igualdad de derechos, con criterios políticos y éticos independientes.
-La tolerancia ética constituye un valor fundamental de toda investigación científica académica. Por otro lado, ésta posee sus propios límites. Asimismo, se puede indicar que la práctica de la tolerancia en el conocimiento innovador, animada por un creciente proceso de debilitamiento de la moral investigativa, tiende a separarse de las demandas sociales, tecnológicas y culturales que las caracterizan.
-La realidad virtual, bien empleada, no es un obstáculo para profundizar los ideales humanizantes de la acción investigativa académica, pues lo exclusivo o excesivo de la realidad virtual, puede traer una implicación ética negativa como es el convertirse en factor coadyuvante a la deshhumanizacion de la investigación. Por ello ha de ser utilizada como una alternativa complementaria.
-Las razones pragmáticas de la tolerancia, fundamentadas en la prudencia y la racionalidad, pero en muchos casos alejadas de la práctica de distintas concepciones del bien social, cercenan la capacidad de elección libre del investigador, permitiendo afianzar una neutralidad ambigua del concepto y una exigencia imposible de satisfacer en la práctica.
- Las razones morales, amparadas en los valores de autonomía y respecto de la dignidad de las personas, son una virtud cuando es considerada un bien en sí mismo, que en el caso particular del sujeto investigador, no solo es un solucionador de problemas intelectuales o sociales, sino un sujeto impregnado de principios morales con una actitud tolerante, apoyado en un deber moral que tienen sus raíces en su ser como humano.

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