mercoledì 24 marzo 2010

ÉTICA INTERCULTURAL E INTEGRACIÓN EN AMÉRICA LATINA (*)

(*) Ponencia del Prof. Victor R. Martin Fiorino en el IV Congreso Interoceànico: “La Travesìa de la Libertad ante el Bicentenario”, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina (10-12 de MArzo del 2010)Simposio: Etica aplicada al conocimiento americano.

RESUMEN
El espacio latinoamericano, como entramado de etnias, culturas y tradiciones unidas por la referencia a una historia común, constituye una red dinámica de intercambios simbólicos y conceptuales que apuntan a establecer, en su comprensión histórica, bases cada vez más sólidas para construir instituciones, organizaciones y prácticas integradoras. Tal comprensión histórica, que resalta las potencialidades de realización de las naciones latinoamericanas como sociedades de convivencia, puede ser vista en tres grandes momentos.
Un primer momento se refiere a la experiencia, compleja y conflictiva, de incorporación de los pueblos latinoamericanos al Occidente europeo y genera, independientemente de la necesaria valoración de los aportes de las culturas preexistentes, la referencia a una comunidad de origen, dentro de la diversidad, con múltiples interpretaciones convergentes en cuanto a la etapa que puede ser tomada como punto de partida de la experiencia latinoamericana actual.
El segundo momento hace referencia a los esfuerzos de construcción, presentes ya desde la época de la Emancipación, de una comunidad de vida entre los pueblos latinoamericanos, estableciendo y profundizando los nexos de comprensión, entendimiento y colaboración y comprometiendo instancias culturales, económicas, políticas, educativas, tecnológicas.
El tercer momento se refiere a una comunidad de destino, entendida no como la realización necesaria de un proyecto concebido por un macrosujeto (Estado, Iglesia, Mercado), sino como proyecto y visión compartidos por todos los actores sociales, hecho de diversidad y diálogo y respeto y promoción de la vida. Más allá de la mera supervivencia y de la insuficiente coexistencia, la Ética Intercultural, apoyada en la construcción de bases reales para la convivencia, aporta estrategias para construir un nuevo tipo de ciudadanía intercultural capaz de realizar, a través de mediaciones concretas, un proyecto de vida digna y valiosa que se apoya en tolerancia activa, la cooperación y la solidaridad.

PALABRAS CLAVES: Etica, Interculturalidad, Integraciòn, Amèrica Latina.


El problema de la integración latinoamericana puede ser objeto de varias lecturas que traducen en parte su complejidad y al mismo tiempo su riqueza. Es este un momento en que, en América Latina, se asiste a un cambio de lenguajes en el espacio político, lo que conduce de un tipo de discurso (eficiencia, exclusión) a otro tipo de discurso (cooperación, inclusión); de un tipo de símbolos a otro tipo de símbolos (asumir críticamente la propia historia) en un proceso de resimbolización política; de un tipo de conceptos a otro (conceptualización de un proyecto político. En este marco caben diversas aproximaciones a la problemática de la integración.

La idea de integración está profundamente asociada a la idea de vida y abre el rico y complejo espacio de lo metafórico. La metáfora de la vida introduce una variedad de lenguajes sobre la integración, como variedad de aspectos que manifiestan, al mismo tiempo, la diversidad de expresiones de la unidad vital. En el ámbito metafórico, integrar puede ser leído como equilibrar de modo dinámico (no simplemente compatibilizar). Equilibrar – como idea, como estrategia, como actuación – es hacer posible la vida, no sólo la supervivencia. Es posible sobrevivir desintegrados (en desequilibrio), pero no vivir en sentido pleno. La no – integración – metafóricamente – equivale a vida degradada, a enfermedad (sociocultural), sin que por ello haya que pensar en la salud (sociocultural) como “normalidad”, pues se estaría aceptando una “norma” que establecería la definición de lo “sano” (social). Ello conllevaría, entre otras cosas, una visión ideológica, monocultural y de dominación, que, en cuanto tal, está en las antípodas de la integración (Queré, F. 1994).
La metáfora de la vida sirve, en cambio, para mostrar la complejidad, la convergencia y la articulación de los procesos, - sociales, nacionales, regionales – que pueden contribuir a la vida entendida como macroproceso de equilibramiento continuo, en el marco de situaciones de contradicción, negociación, ajuste, superación y relanzamiento. El plano metafórico abre una lectura de la pluralidad (de culturas, etnias y lenguajes); de la polifonía y la poligrafía de la integración como proceso de crecimiento vital en un marco de interculturalidad (Fornet Betancourt, 2001).

Entre las múltiples lecturas de la integración – económica, política, social, educativa, científica – es posible privilegiar una lectura ética por su carácter de lectura integradora de las demás, en cuanto entiende el proceso integrador como valioso y, por lo tanto, elegible. Su carácter de valioso se lo puede otorgar su contribución a la calidad de vida de grandes sectores de la población de los países latinoamericanos, medible a través de indicadores de desarrollo humano. La lectura ética posee, además, el mérito de unir el aspecto histórico y el aspecto proyectivo. Desde el punto de vista histórico, América Latina nació a su historia propia con proyectos integradores formulados durante e inmediatamente después de las guerras de independencia. La historia de las ideas filosóficas en América Latina recoge, por su parte, la propuesta inicial formulada por J. B. Alberdi sobre una filosofía práctica, de las cosas humanas, de orientación ética, que la muestra como proyecto, como posibilidad escogida en cuanto valiosa. (V. Martín, 2001).

Ambos aspectos, histórico y proyectivo, cobran hoy especial importancia en el marco de la globalización y de la interculturalidad, dando lugar a la compleja tarea de pensar las identidades múltiples y convergentes que se insertan, con sentidos que hay que hacer explícitos, en la historia común de América Latina. Desde esa problemática remisión a una comunidad de origen al mismo tiempo común (colonización, neocolonización, dependencia) y diversa (étnica, lingüística y culturalmente), cabe pensar su convergencia con realidades de supervivencia, coexistencia y convivencia en una comunidad de vida (en construcción) y proyección hacia una comunidad de destino, no entendido como mandato ni como teleologismo, representada por un proyecto de autorrealización.

El enfoque ético de los procesos de integración entre los pueblos de América Latina se abre paso, progresivamente, uniendo aportes que provienen del campo del desarrollo humano, de la resimbolización y reconceptualización del proceso de demanda ética generalizada (exigencias de transparencia, rechazo a la corrupción, cese de la impunidad) de las sociedades latinoamericanas y del correlativo avance en la corresponsabilización de los actores sociales. Ampliando, correlacionando y profundizando las responsabilidades y las actuaciones de los actores sociales, cabe recoger y comunicar los resultados más significativos de experiencias de avanzada en materia educativa (educación para la cooperación y la solidaridad, aprendizaje de la diferencia, proyectos interculturales), religiosa (diálogo, afirmación de la cultura de vida, tolerancia activa), de gestión (responsabilidad social), de desarrollo social (participación, redes sociales).

La ética de la integración se encuentra actualmente en una doble fase de, un primer término, caracterización, discernimiento y categorización de problemas concretos de los procesos de integración en curso. En segundo término, la del establecimiento de su relación con otros saberes; en este sentido, se puede afirmar que la ética de la integración encuentra su status propio como parte de una más amplia “Ética de las relaciones entre los pueblos” (Martínez Navarro, 2000), por cuanto una buena parte de los problemas que ella aborda pertenecen al campo de las relaciones internacionales. De igual modo, la ética de la integración remite también a una teoría general del desarrollo humano y a la potenciación de los elementos que constituyen indicadores de su avance. En la búsqueda de unir la caracterización de los problemas y la concurrencia de saberes para su abordaje, se aborda el desafío de un compromiso práctico para la obtención de una paz justa y duradera así como la relación positiva con la biosfera y el esfuerzo sostenido para profundizar la convivencia (o construir las condiciones para su desarrollo). Es indudable, asimismo, su relación con la filosofía política, por cuanto su problemática involucra a los Estados Nacionales y los campos de la justicia política, economía y social.

Como un antecedente importante que se ubica en terreno de la valorización de lo histórico por parte de la ética de la integración cabe mencionar el pensamiento de Simón Bolívar acerca de la integración, orientado a presentar a la América (América del Sur) ante el mundo como un sistema de instituciones y valores compartidos por los países de la región, despojados de rezagos coloniales. Es una visión de la integración llena de profundo contenido humano, una integración con “sentido y profundidad humanas” (Labarca y Morales, 2000). En esta visión, la libertad como exigencia y la hermandad como vivencia, juegan un papel central: “consolidar la libertad y fundir en una sola las múltiples nacionalidades heredadas de la Colonia”, dice Bolívar, expresando su firme convicción acerca de la solidaridad, la unidad y la integración exigidas por lo que considera el destino histórico de América (S. Bolívar, “Carta de Jamaica”).

En la contemporaneidad de América Latina, la cuatro últimas décadas del Siglo XX han marcado una etapa de las teorías y las prácticas de la relación entre las naciones de la región centrada en una visión neoliberal del crecimiento económico, las economías complementarias y la constitución de mercados. Este enfoque reduccionista, que adoptó el nombre de “integracionista”, en la práctica – y a pesar de cierta retórica muy publicitada – desatendió la inversión social, no prestó importancia a las necesidades elementales de los sectores sociales más vulnerables, convivió cómodamente con diversos tipos de autoritarismo y desembocó en mayor pobreza y exclusión para la mayor parte de la población (Kliksberg, 2004). Esta realidad hace imposible cualquier valoración ética de tales intentos de complementación de economías dependientes, fundados en niveles inaceptables de inequidad e ilegitimidad. En este marco, las pretendidas justificaciones de tales modelos sólo han reflejado diferentes grados de adaptación, acrítica e interesada, de algunos sectores a las reglas y condiciones establecidas por intereses poderosos. En sentido negativo, podría hablarse de una “ética de la supervivencia” (Martín, 1990), completamente insostenible.

El comienzo del siglo XXI muestra un nuevo enfoque de la ética de la integración, aún en pleno desarrollo y del cual sólo resulta posible establecer algunos puntos de referencia, orientaciones y tendencias, aunque no es tiempo todavía para una evaluación de sus resultados, por otra parte, inconclusos. A partir de tales elementos referenciales, cabe establecer algunas aproximaciones:

1) Una aproximación económica. Ella se apoya en un replanteamiento, teórico y práctico, del rol de la economía social y de diferentes experiencias de economía cooperativa y solidaria en curso, en el marco de sociedades y economías en proceso de transformación. Sobre la base de la progresiva construcción de una trama social de valores compartidos, se apunta a la formación de una ciudadanía económica y a la contribución de los elementos financieros, económicos y productivos al desarrollo humano.

2) Una aproximación política. Superar la visión reduccionista de la complementación político – administrativa de los mercados implica avanzar hacia el establecimiento, desarrollo y evaluación de las condiciones para un proyecto de integración que respete y valorice las diferencias entre los pueblos, establezca estrategias comunicativas y participativas y apoye, consolide y articule los resultados que se van obteniendo. Renovada visión política, fundada en el autoconocimiento de la propia historia (que muestra la diversidad de identidades en el origen común), la autovaloración de la cultura y del mestizaje cultural (que muestra riquezas y complementariedad) y la autofirmación del carácter democrático y plural.

3) Una aproximación cultural. Orientada a la construcción de una ciudadanía intercultural latinoamericana, mediante la discusión de los elementos identitarios, considerados no solamente como referencia a la o las comunidades de adscripción, sino principalmente como tejido vivo, deliberativo y dinámico. En esta trama o tejido se entrecruzan elementos derivados del origen múltiple de los grupos sociales latinoamericanos, elementos activos (experiencias, iniciativas, proyectos comunes) que pueden articular una comunidad de vida y elementos proyectivos orientados a la progresiva formulación (deliberativa) de una comunidad de destino entendida como proyecto societario compartido.

4) Una aproximación educativa. Ella se encamina a la formación para la integración, mediante valores orientadores centrados en el desarrollo de los derechos humanos y el respeto y la promoción de la diversidad en todos los órdenes. Se busca el desarrollo de la inteligencia creativa (inteligencia social, inteligencia solidaria, apertura constante de alternativas) y de sus aplicaciones humanísticas, científicas y tecnológicas, así como también la superación de una educación centrada en la satisfacción de las necesidades de los mercados y la apertura a un amplio intercambio educativo, principalmente entre los países latinoamericanos.

5) Una aproximación ética. Las bases para el desarrollo de la ética de la integración están formuladas históricamente en dos etapas que marcan puntos referenciales decisivos:

a. La Ética de la Liberación, surgida a comienzos de los años 70 del siglo XX, cuyas propuestas centran las relaciones entre los pueblos latinoamericanos sobre la construcción de valores compartidos como elementos de un proyecto liberador de autorrealización (Dussel, 1998).

b. La ética intercultural, que desde la perspectiva de la valoración del diálogo y la comprensión entre las culturas, entre los países latinoamericanos y en la relación de América Latina con otras culturas y otras sociedades. Se trata de establecer bases para una nueva racionalidad orientada a pensar, poner en práctica y evaluar nuevas posibilidades de convivencia entre los pueblos (Fornet Betancourt, 2001).
La ética de la integración en América Latina se ha movido histórica y conceptualmente entre tres grandes ejes: 1) La utopía ético – política del pensamiento de Bolívar; 2) El moralismo pragmático neoliberal; 3) La ética intercultural para la integración. El último de estos ejes, que representa una superación de las limitaciones demostradas por los dos primeros, aunque recoge elementos, positivos y negativos, respectivamente, de ambos, está en pleno desarrollo y alimenta hoy discusiones y experiencias en ámbitos académicos, políticos; económicos y educativos, entre otros. Esta ética intercultural para la integración se plantea como ética del desarrollo humano de los pueblos, a través de la construcción de nuevas formas de convivencia basadas en el diálogo intercultural.

El enfoque ético de la integración se apoya en el desarrollo de una racionalidad comunicativa capaz de fundar relaciones de cooperación y solidaridad, en la reinterpretación dinámica de la identidad en la diversidad cultural, en la construcción de una ciudadanía latinoamericana incluyente y en la puesta en marcha de iniciativas concretas de integración que promuevan la dignidad y el bienestar de las personas en el marco de la autorrealización de los pueblos.


BIBLIOGRAFIA


Bolívar, S. (1983). Carta de Jamaica, en Obras, Caracas.

Dussel, E. (1998). Ética de la Liberación en la Edad de la Globalización y de la Exclusión, Madrid, Trotta.

Fornet Betancourt, R. (2001). Ética y diálogo intercultural, Madrid.

Kliksberg, B. (2004). Más ética más desarrollo, Buenos Aires, Ateneo.

Labarca y Morales (2000). El pensamiento integracionista de Simón Bolívar, Maracaibo, L.U.Z.

Martín, V. (1990). Los protagonistas de la democracia en América Latina, Caracas, U.C.V.

Martín, V. (2001). Historia, comunicación y política en América Latina, Maracaibo, Sinamaica, Ed.

Martínez Navarro, E. (2000). Ética para el desarrollo de los pueblos, Madrid, Trotta.

Queré, F. (1994). La Ética y la vida, Madrid, Acento.

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